miércoles, 24 de julio de 2013

EL HOMBRE QUE ESCULPÍA LÁPIDAS


Había una vez un hombre que cortaba y tallaba rocas para hacer lapidas. Se sentía infeliz con su trabajo y pensaba que le gustaría ser otra persona y tener una posición social distinta.
Un día paso por delante de la casa de un rico comerciante y pensó que le gustaría ser exactamente como él, en lugar de tener que estar todo el día trabajando la roca con el martillo y cincel.
Para gran sorpresa suya, el deseo le fue concedido y de este modo se hallo de pronto convertido en un poderoso comerciante, disponiendo de mas lujos y más poder de los que nunca había podido siquiera soñar. Al mismo tiempo era también envidiado y despreciado por los pobres y tenia igualmente mas enemigos de los que nunca soñó.
Entonces vio un importante funcionario del gobierno, transportado por sus siervos y rodeado de gran cantidad de soldados. Todos se inclinaban ante él. Sin duda era el personaje más poderoso y más respetado de todo el reino. El tallador de lapidas, que ahora era comerciante, deseó ser como aquel funcionario, tener abundantes siervos y soldados que lo protegieran y disponer de mas poder que nadie.
De nuevo le fue concedido su deseo y de pronto se convirtió en el importante funcionario, el hombre más poderoso del todo el reino, ante quien todos se inclinaban.
Pero el funcionario era también la persona mas temida y más odiada de todo el reino y precisamente por ello necesitaba tal cantidad para que lo protegieran.
Mientras tanto el calor del sol le hacia sentirse incomodo y pesado. Entonces miro hacia arriba, viendo al sol que brillaba en pleno cielo azul y dijo: “¡Que poderoso es el Sol! ¡Cómo me gustaría ser el Sol!”
Antes de haber terminado de pronunciar la frase se había ya convertido en el sol, iluminando toda la tierra. Pero de pronto surgió una gran nube negra, que poco a poco fue tapando al sol e impidiendo el paso de sus rayos. “¡Que poderosa es esa nube! –pensó- ¡como me gustaría ser como ella!”
Rápidamente se convirtió en la nube, anulando los rayos del sol y dejando caer su lluvia sobre los pueblos y los campos. Pero luego vino un fuerte viento y comenzó a desplazar y a disipar la nube. “Me gustaría ser tan poderoso como el viento”, pensó, y automáticamente se convirtió en viento.
Pero aunque el viento podía arrancar árboles de raíz y destruir pueblos enteros, nada podía contra una gran roca que había allí cerca. La roca se levantaba imponente, resistiendo inmóvil y tranquila a la fuerza del viento. “¡Que potente es esa roca!” –pensó- “¡Cómo me gustaría ser tan poderoso como ella!”
Entonces se convirtió en la roca, que resistía inamovible al viento mas huracanado. Finalmente era feliz, pues disponía de la fuerza más poderosa existente sobre la Tierra.

Pero de pronto oyó un ruido. Clic, clic, clic. Un martillo golpeaba a un cincel, y este arrancaba un trozo de roca tras otro. “¿Quién podría ser más poderoso que yo?”, Pensó, y mirando hacia abajo la poderosa roca vio... al hombre que esculpía lapidas. 

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